Esa tarde llovía en París. Habían pasado dos días desde que culminaron los desfiles de primavera verano prêt-à-porter 2012 . En su increíble espacio de la Av. George V, el Sr. Rolland atendía a una princesa, tal vez del medio oriente, que se medía su vestido de novia. Poco oportuna la ocasión tal vez para que el couturier reciba una visita, pero perfecta para quien ansía conocer a tan talentoso artista. 

         La línea que separa a la moda y el arte se borra al entrar al taller de Stephane Rolland. Basta examinar de cerca el traje de novia ubicado en el fondo del pasillo (que cerró su último desfile) inspirado en el tradicional HANFU, tejido con 30 metros de pura seda y bordado con cristales.

        Después de un largo rato, el diseñador emerge de donde atiende a su exclusiva clienta, impecable de sweater y pantalón negro, con su larga y envidable cabellera suelta, para iluminar instantáneamente el cuarto con una gran sonrisa, a pesar que su cara delataba un poco de estrés. No es para menos, si se toma en cuenta la minuiciosa labor que requiere cada una de sus creaciones.

              Rolland ha recorrido un importante camino desde que salió de los talleres de Balenciaga y se convirtió en el couturier más joven del momento cuando a sus escasos 30 años tomo el mando de la Alta Costura en Jean Louis Scherrer. Luego de diez años al servicio de esa casa, creó su propia firma de couture.

      Desde entonces hace arte inspirado en arte; sus trajes son un vivo reflejo de su pasión por la arquitectura, el arte moderno y la fotografía. De ahí proviene su juego con los volúmenes, fuerte estructura y la armonía visual de sus prendas.

        Él mismo se ha dedicado también a la escultura y espera pronto poder exponer sus creaciones, como una espectacular obra constituida por tubos de acero horizontales que adorna la puerta de su taller y muestra de donde provino su inspiración para muchas de las decoraciones de los vestidos de su última colección.

       El orientalismo también es una importante referencia en su trabajo. En ocasiones se envidencia en algunas de las formas que tienen sus trajes, en la paleta de colores o en el tratamiento laqueado que ha empleado en algunas de las telas que utiliza.

      De algua manera en toda su obra siempre esta presente un balance entre lo rígido y lo suave. La fluidez de una seda contrasta con las piezas esculturales que adornan sus vestidos. Lo blanco y lo negro, lo oscuro y lo brillante. Intencional o no, siempre hay una dualidad que eleva a la mujer y la hace tan femenina como fuerte.

       Con cada colección  Rolland se reta y eleva su juego, superando cada vez más las expectativas. Su fresca y moderna visión de la Alta Costura sin duda lo coloca entre los grandes coutouriers de estos tiempos.


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Fotos por Graciela Martín. No utilizar sin autorización previa.















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